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LA LEY DE LA COMPENSACION



Pr. Manuel Sheran


2Co 9:6-7 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. (7) Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.


Hay una gran similitud entre sembrar la semilla en la tierra y dar limosnas o actos de beneficencia. La semilla que se siembra es la que se selecciona y se reserva de las existencias gastadas o vendidas, que, si no se hace, no habría provisión para el futuro.


De modo que lo que un hombre da para el alivio del necesitado, es lo que él pone en reserva de lo que Dios le ha prosperado. Al hacerlo, puede esperar una cosecha fructífera, mientras que de otro modo no podría esperar ninguna.


Tal como la semilla es arrojada y esparcida por el sembrador por todo el campo, así mismo debe dársele a los necesitados para ser repartido entre ellos. De modo que cada uno tenga una porción. Esto parecerá una disminución en la sustancia del dador, como si nunca regresara con ninguna ventaja. A pesar de que, si lo hace, tanto en un sentido natural, como en un sentido metafórico.


El sembrador arroja y esparce su semilla con la mano abierta. Pero si en su lugar arrojara la semilla con la mano cerrada y solo soltara un grano de maíz o de trigo a la vez, uno por aquí y otro por allá, no tendría más que una mala cosecha. De igual manera, el dador alegre abre bien la mano y suple generosamente las necesidades de los necesitados.


Aquellos que como el sembrador echan su semilla en el campo vacío, dan su generosidad a los indigentes, a todos los necesitados, especialmente a la familia de la fe. Lo que hacen por medio de sus dadivas es lo mismo que el sembrador. Aran la tierra, depositan la semilla y la vuelven a cubrir. La semilla permanece escondida volviéndose muy poco prometedora por un tiempo. Sin embargo ejercita la fe, la esperanza y la paciencia aguardando a una cosecha. En este sentido la obra del benefactor generoso se hace de la manera más privada posible. Y aunque por un tiempo pueda parecer que sus buenas obras van acompañadas de pocas perspectivas de recompensa, al final ciertamente lo harán. Porque así lo dice su palabra: como el hombre siembra, así segará. Si no siembra, es decir, no da nada, no cosechará nada. Si siembra poco, poco segará. Y si siembra mucho, cosechará mucho, y la de la misma especie que siembra. No puede esperar que si siembra peras cosechara manzanas. Y en virtud de que es desprendido de las cosas temporales, prosperará y tendrá éxito en las mismas.

Así es la ley de la compensación estipulada por Dios. Por lo cual, entretanto que podamos, demos libre y generosamente para aquellos que lo necesitan, sabiendo que cada oportunidad de ayudar es una siembra. Que, aunque no veamos beneficios inmediatos o tangibles, sin duda en el futuro los veremos tanto en esta vida como en la eternidad. Atendamos las instrucciones de Pablo a los Gálatas:


Gálatas 6:10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.

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