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LAS RIQUEZAS DE SU GRACIA




Pr. Manuel Sheran


2 Corintios 8:9 Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.


El apóstol Pablo se da a la tarea de ensenar a la iglesia de los corintios acerca de las riquezas que el Señor Jesucristo tuvo que dejar para venir y morir por nosotros. Lo anterior para que tengan un pequeño vislumbre en sus mentes finitas que les permita dimensionar el impacto y la trascendencia que tuvo este hecho para todos aquellos que hemos sido participes de él, en aras de conducirnos a un mayor estado de agradecimiento por todo lo que su sacrificio incalculable involucra.


Y en este sentido, hace un espectacular trabaja en virtud de que presenta un argumento nuevo, y muy contundente para recibir con liberalidad, la maravillosa gracia y amor de Cristo manifestado en su estado de humillación hacia su pueblo.


El apóstol les recuerda a los Corintios que tal manifestación es bien conocida de todos los que verdaderamente han creído en Cristo. Su inmenso amor, su buena voluntad y su favor son tan evidentes al punto de que no son ni pueden ser ignorados. Pues hay pruebas abrumadoras de ello en su encarnación, sufrimientos y muerte, que no dejan lugar a duda alguna.


Pablo continua su argumento sentando el precedente del Señor en la eternidad. El afirma que el hizo su sacrificio sin ningún tipo de necesidad. Pues el era rico. El pasaje lo afirma de al decir: Siendo rico.


Es necesario para nosotros entender a que se refiere el apóstol con la riqueza de nuestro Señor. En vista de que su riqueza no es como la de este mundo. Pues es mayor y más trascendente.


Él es rico en las perfecciones de su naturaleza divina, teniendo en él la plenitud de la divinidad, es decir, todo lo que tiene el Padre, él también lo tiene. Hablamos de atributos como: la eternidad, la inmutabilidad, la infinitud y la inmensidad, la omnipresencia, la omnisciencia, la omnipotencia en las obras de sus manos, que alcanzan a todo lo que está hecho, los cielos, la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay, cosas visibles e invisibles. También en su imperio universal y dominio sobre toda criatura, y en esos grandes tributos de gloria, que le son debidos. Sus riquezas se derivan de su comunión intima con las tres personas de la trinidad, y NO son comunicables a terceros (fuera de la trinidad). Tampoco se pueden perder, pues son inherentes a ellos.


Es de esas riquezas que se despojó el Señor Jesucristo al venir a la tierra. Y no de tesoros materiales como algunos pensarían al leer estos pasajes.


Las cosas espirituales son mucho mas valiosas que las cosas físicas y terrenales porque son de valor incalculable para todas las criaturas. Piense en cuanto pagaría una persona por ser eterna, por ser un espíritu indestructible y no sujeto a la corrupción de este mundo. Sin duda, daríamos todo lo que tenemos por algo así.


Sin embargo, en Cristo tenemos todo esto y más, y de forma gratuita. Esa es la verdadera riqueza que yace en El mismo.


No obstante, la escritura nos muestra que el se despojo de estas cosas para venir a la tierra y servirnos.


El apóstol continúa con su caso y ahora nos habla de su estado post riqueza. El pasaje nos dice: A vosotros se hizo pobre


Al ver esto no deberíamos pensar en pobre, desde una perspectiva terrenal. Pensar en una persona indigente y marginal, vestida en harapos, mal oliente y mendigando en las calles. Esa es una presuposición de nuestro conocimiento previo influenciado por nuestra cultura. Leemos la palabra pobre y eso es lo primero que se nos viene a la mente.


Cuando la escritura nos dice que él se hizo pobre, no se refiere a eso. Se refiere al hecho de que el asumió la naturaleza humana, con todas sus debilidades e imperfecciones excepto el pecado. El vino al mundo, pero no como Señor de él, sino en la forma de un siervo. Soportó en él una gran cantidad de oprobio y vergüenza, y al final la muerte misma.


Esto no significa tampoco que al hacerse hombre dejó de ser Dios, o perdió sus perfecciones divinas, aunque éstas estaban muy escondidas y cubiertas a la vista del hombre. En su naturaleza humana se convirtió en lo opuesto de lo que es en su naturaleza divina, es decir, finito y circunscrito, débil y enfermizo, ignorante de algunas cosas y mortal.


En el marco de esa naturaleza estuvo expuesto a mucha necesidad y pobreza exterior; nació de padres humildes mas no fue un paupérrimo en mendicidad. A pesar de que no tuvo educación formal (ya que en aquel tiempo era un privilegio de la nobleza únicamente), fue instruido en el oficio de su padre terrenal. A pesar de eso, la escritura nos deja ver que no tenía donde recostar su cabeza. En su lugar, fue atendido con las riquezas de otros, y no tenía nada que legar a su madre al morir. Pero la encomendó al cuidado de uno de sus discípulos.


De esa manera cumplió con lo que decían las profecías acerca de él, que sería "pobre" y "humilde", (Salmo 41:1) (Zacarías 9:9).


Las personas por quienes asumió esa condición no fueron los ángeles, sino los hombres elegidos. Quienes éramos pecadores e impíos, y eso nos llevo a la ruina y bancarrota espiritual.


Con esto en mente, Pablo nos muestra ahora el fin por el cual se hizo pobre por nosotros:

Para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.


Esto no es una promesa de que vamos a ser millonarios y no tendremos necesidad de ninguna cosa como enseñan hoy día los falsos maestros de la prosperidad.

Pablo no se está refiriendo a riquezas temporales y perecederas, sino a riquezas eternas.

El hace alusión a que Jesús mismo, por su obediencia, sufrimientos y muerte en su condición humilde, ha pagado todas nuestras deudas, ha forjado un manto de justicia, rico y adornado con joyas, con el cual nos viste.


Por su sangre y sacrificio nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios. Eso es algo que ninguna fortuna en este mundo seria capaz de pagar.


De manera que hemos sido enriquecidos por él con las gracias de su Espíritu. Con las verdades del Evangelio, comparables al oro, la plata y las piedras preciosas. Así como también hemos sido participes de el mismo y de todo lo que tiene. Tanto de las riquezas de su gracia aquí, así como de la gloria en el más allá. Y estas SI son comunicables por él.

A pesar de ser inescrutables, son sólidas y sustanciales, satisfactorias, duraderas y para siempre.


Ahora bien, si esta gracia de Cristo que es eterna no se puede recibir con liberalidad y si no produce en nosotros alegría, gozo, agradecimiento y satisfacción, ninguna cosa material en este mundo lo hará.

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