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  • Foto del escritorPastor Manuel Sheran

LOS HUESOS SECOS



Pr. Manuel Sheran


Ezequiel 37:3 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes.


Este corto dialogo entre el Señor Dios todopoderoso y el profeta Ezequiel es sumamente fascinante e intenso.

Si nos ponemos en los zapatos de Ezequiel entenderemos por qué. Trate de hacerse un cuadro mental con la ayuda de su imaginación para poder visualizar lo que Ezequiel esta viendo:

Un valle repleto de huesos que han perdido por completo todo vestigio de carne que un día tuvieron y ahora no queda rastro alguno de tejido corporal, cartílago ni fujo sanguíneo. Tan solo huesos, huesos y mas huesos.

Quizás si hubiera algún cadáver a la vista, que no estuviera en un avanzado estado de descomposición, pudiéramos pensar en revisar signos vitales para tratar de reanimar a una persona por medio algún tipo de maniobra de resucitación cardio pulmonar o algo por el estilo.

Pero lo único que hay ahí son huesos. Debe haber pasado una considerable cantidad de tiempo para que solamente queden los huesos. De manera que nada de lo que en ese valle hay, puede hacer pensar a una persona en su sano juicio que la vida puede florecer a partir de esos huesos secos.

Pero aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Pues Dios le pregunta a Ezequiel, ¿crees que estos huesos vivirán? ¡Que pregunta tan simple y a la vez complicada! Simple porque como decía mi abuela: “lo que esta a la vista no necesita anteojos”. En este caso no puede surgir vida de un montón de huesos secos. Pero donde se vuelve complicada la pregunta es que quien la hace es El creador soberano del universo cuyo poder es infinito, quien creo las cosas a partir de la nada. Por lo tanto, ¿habrá algo imposible para El?

Con esto en mente, Ezequiel decide jugarla segura y no arriesgarse a contestar. En lugar presenta su carta reversa y deja que sea Dios quien conteste al decir: ¡Señor tú lo sabes!

La respuesta del Señor en los versos subsiguientes de la historia es que ordena a Ezequiel profetizar a aquellos huesos que vivan y tan pronto como Ezequiel termina de hablar el soplo del Espíritu comienza a restaurar la carne en estos huesos para traer nueva vida.

El relato de esta visión de Ezequiel es sumamente fascinante porque es una analogía para el nuevo nacimiento de los creyentes.

Encontramos un paralelo a esta en Juan 1:12 y 13

Juan 1:12–13 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Y ahora le explico como se relacionan estos 2 pasajes.

El hombre en el mundo sin fe y sin Dios es como ese montón de huesos secos. Muerto en vida por sus delitos y pecados. Su lejanía de Dios lo tiene sumido en una muerte espiritual. Es por decirlo así, un muerto viviente.

Pero cuando viene la palabra de Dios, hablada por sus pastores a través de la predicación de su evangelio, Dios les da la potestad a estos cadáveres ambulantes de recibir el don de la vida para poder escuchar su palabra, creer en su nombre y ser hechos hijos de Dios como dice Juan 1:12. Este es el equivalente a que sus huesos vuelvan a la vida y sean restaurados a su forma original.

Pero aquí es donde se pone bueno. De nuevo con la pregunta de Dios para Ezequiel: “¿Pueden estos huesos vivir por si solos? ¿puede alguien traspasarles vida para que vivan? ¿Pueden alguien voluntariamente hacerlos vivir? La respuesta de Ezequiel sigue siendo válida: ¡solo Dios lo sabe!

Eso mismo nos deja ver el verso 13 de Juan. La nueva vida en Cristo no puede ser heredada por consanguinidad, no puede ser efectuada por la voluntad propia ni por el reclamo, rechazo o decreto de ningún hombre. Sino solamente por la voluntad de Dios.

Entonces si Dios quiere, todos aquellos huesos secos que escuchan su palabra vivirán.

La gran enseñanza tanto de Ezequiel como de Juan es que Dios es soberano para traer vida nueva espiritual conforme a su voluntad a quien el quiere. El nuevo nacimiento entonces no es por voluntad de sangre, ni de carne ni de varón, sino por su santísima y perfecta voluntad.

Lo segundo que tenemos que aprender es que el medio provisto por Dios para llevar a cabo este milagro es la predicación de su palabra. La profecía era un llamado a recordar la voluntad de Dios para su pueblo. En este sentido la predicación bíblica verdadera es también como la profecía pues nos invita a recordar la voluntad del Señor manifiesta en su palabra escrita. Por consiguiente, los pastores cumplimos hoy día con esta labor de profetizar cada vez que nos reunimos como iglesia a escuchar la palabra de nuestro salvador.

Al final de esta historia, todos los que leemos caemos en dos grandes categorías. O somos huesos secos, o somos Ezequieles. De cualquier manera, hay una enseñanza para ambos.

Para aquellos que caen en la categoría de huesos secos. Aquellos que han vivido sus vidas inmersas en sus faltas y transgresiones, separados de Dios por su propia rebeldía. Están muertos en vida sin fe, sin esperanza, sin consuelo e ignorantes que lo que les espera es un futuro de eterno tormento y sufrimiento en las llamas del infierno. Si tu eres de esos huesos secos, la palabra de Dios es capaz de vivificarte.

Romanos 6:23 dice: Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Dios puede darte vida en Jesucristo para concederte creer en el y arrepentirte de tus pecados. Y el esta mas que dispuesto hacerlo, pues su palabra dice también:

Romanos 5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

El quiere darte vida, ¿atenderás tu ahora a su palabra? Si la respuesta es si, clama a El para que te permita nacer de nuevo y vivir para El. Luego acércate a una iglesia bíblica donde el evangelio sea predicado y habla con alguien para que te ayude a perseverar en esta nueva vida.

Si eres de los Ezequiel. En algún momento tu mismo fuiste hueso seco. Viniste a la vida por la palabra del Señor que te permitió nacer de nuevo. Y ahora tu tienes la responsabilidad de reproducir ese mensaje vivificante.

Terminamos donde comenzamos. Imaginándonos ahí parados en medio ese valle de huesos secos.

Con la diferencia de que ahora tu eres ese Ezequiel y todos esos huesos secos son tus familiares inconversos, tus amigos del trabajo, de la escuela y de la universidad que están muertos en vida sin Cristo. Que van rumbo a una eternidad de tormento sin haber nunca escuchado la palabra del Señor.

El Señor te pregunta entonces: ¿vivirán estos huesos?

La respuesta sigue siendo: “¡Señor tú lo sabes!”

Entonces te quedas sin excusas porque el Señor te ordena “¡profetiza a esos huesos y vivirán!”

Si hablamos de que en el contexto de recordar la palabra del Señor predicar es profetizar, Pablo exhorta a los Romanos hacia esta gran responsabilidad:

Romanos 10:13-15 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

Hermanos Ezequieles tenemos la responsabilidad de ir y profetizar (predicar) a los huesos secos a nuestro alrededor, ya que nosotros no sabemos quien vivirá y quien no, sino solo El Señor. Es imperativo entonces que cumplamos con la comisión de Cristo:

Marcos 16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

Para que los huesos secos pueda vivir por el poder de su Palabra.


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