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  • Foto del escritorPastor Manuel Sheran

REENCONTRANDO A JESUS


Pr. Manuel Sheran


Lucas 2: 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?


El testo en referencia se refiere a cuando José, María y el niño Jesús fueron al templo. Jesús tenía doce anos y se extravío en el templo.


En cierta manera puedo identificarme con José y María y su angustiosa búsqueda de su hijo extraviado. Solamente quien ha perdido a un hijo en una tienda, supermercado o centro comercial conocerá tal angustia.


Sin embargo, Jesús a tan corta edad amonesta a sus padres diciendo: ¿Por qué me buscabais?


Tal pregunta pareciera un poco inverosímil dadas las circunstancias.


Sin embargo, la contestación de Jesús deja ver que el problema se extiende más allá de lo evidente.


No es que el estaba perdido. Jesús estaba en el lugar correcto. Donde tenia que estar.

Por el contrario, José y María no. Jesús estaba debatiendo con los maestros de la ley. Porque había llegado al templo a Adorar. José y María a saber que cosa fueron hacer que perdieron a Jesús.


Y aunque es natural que un padre busque a su hijo extraviado, el problema es la manera en la que le buscan. Esto es con inquietud y angustia mental, sin confiar en el poder y la providencia de Dios, para cuidarlo. Además de buscar en otros lugares, fuera del templo, donde habían estado preguntando por El.


Lo que esto deja entrever es como muchas veces nosotros como Padres, asumimos el papel de Dios en el cuidado de nuestros hijos, queriendo controlar las circunstancias y aun su vida. Y en segundo lugar como el amor por nuestros hijos y la idealización de nuestra vida perfecta de familia muchas veces nos llevan a hacer de eso un ídolo que reemplaza a Dios y lo pone en una gaveta.


Jesús redirecciona a José y María hacia el lugar espiritual y físico donde deben estar y donde deben buscarlo. En la casa del Padre en los negocios del Padre. Donde, tan pronto como lo perdieron, podrían haber concluido de inmediato que estaba, y no haberse tomado tantas molestias y dolores en buscarlo.


Cristo parece acusarlos de ignorancia, o, al menos, de olvidarse que Él tiene un Padre en el cielo, cuyo negocio vino a hacer en la tierra. Lo que les hubiera ahorrado el mal rato.

El negocio por el que vino Cristo fue predicar el Evangelio, y lo hizo después con gran claridad y plenitud, con mucho poder, majestad y autoridad, con gran constancia y diligencia, con mucha preocupación por las almas de los hombres, y con gran horror.


En este asunto se deleitó mucho, aunque pasó por muchos peligros y riesgos de la vida. Así como también se encargó de obrar milagros en prueba de su deidad y mesianismo, y por el bien de los cuerpos de los hombres, y en lo cual fue muy asiduo, yendo por todas partes haciendo el bien de esta manera.


Pero la primera y más importante parte de su negocio fue, trabajar la salvación para su pueblo, mediante el cumplimiento de la ley, haciendo la reconciliación y expiación por sus pecados, y obteniendo la redención eterna. Este era un negocio que ni los ángeles ni los hombres podían hacer. Fue muy dedicado y laborioso, y sin embargo se deleitaba en ello. Tampoco desistió de su obra hasta que se cumplió. A esto El llama los negocios de su Padre, porque él lo ideó y se lo asignó. Lo llamó y lo envió a actuar. Él se lo recomendó como hombre y mediador, y la gloria de sus perfecciones estaba relacionada con El y asegurado por El. Era un asunto que Cristo debía ocupar, preocuparse y realizar, porque El mismo se comprometió a hacerlo desde toda la eternidad. Y porque era la voluntad de su Padre, la que debía hacerse, y era necesaria para mostrarse obediente y sujeto. En virtud que fue predicho en profecía una y otra vez y prometió que se haría. También porque no podría hacerlo otro.

Ahora bien, la conversación de nuestro Señor con los maestros de la ley (que era una rama de su oficio profético) fue, sin duda, con miras al bien de las almas de los hombres, a parte de ser un acontecimiento prodigioso, fue un espectáculo, y a su vez un preludio de las cosas que haría, y una especie de entrada al negocio del que surgió.


Si tu has perdido a Jesús entreteniéndote en las cosas de este mundo, las bendiciones de Dios, llámense materiales como también familiares y has olvidado tu labor para Dios. Este pasaje es un recordatorio para redireccionar nuestras vidas al lugar y la actividad correcta donde encontraremos a Jesús: en la casa del Padre en los negocios del Padre.


Así que ahórrate las molestias de buscarlo en otro lado y hacer otras actividades en las que Jesús ciertamente ni estaría ni te ha mandado a estar haciendo.


Ven a su casa (la iglesia) atiende a sus negocios (los asuntos que tienen que ver con tu bienestar espiritual) y contempla en asombro las maravillas de las palabras de Jesús obrando en la vida de todos los que le aman.

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